Historia
Introducción.
Conquista ocupaba, y ocupa, un lugar importante en el camino que lleva desde las vegas altas del Guadiana a la meseta trujillana, la cual a su vez luego se comunica con la meseta norte a través de los pasos de montaña que atraviesan el sistema central (el valle del Jerte y el valle del Ambroz) y con la meseta sur a través del corredor constituido por la vera último fue posiblemente más importante en épocas antiguas que el que, viniendo de los valles del sur de las Villuercas, pasaba por Conquista y llegando a la Calzada (Herguijuela sur del sistema central. Hay otro camino que cumplía el mismo papel: el que corría por el lado sur del cerro de San Gregorio, que conocemos como Sierra de Santa Cruz. Este) superaba el puerto de la Sierra del Pago de San Clemente para llegar a la llanura trujillana. Venía rodeando este camino, por el sur y el oeste, las Villuercas. Pero el hecho de que fuera menos importante que el que superaba el Puerto de Santa Cruz no quiere decir que no tuviera su importancia desde la antigüedad.
Época prehistórica.
Esa importancia justifica que tengamos en Conquista testimonios muy antiguos de población. Encontramos manifestaciones de megalitos y de grabados lineales prehistóricos. Posiblemente del Neolítico. La pared de la cerca que se encuentra en la cara norte de la Laguna del pueblo está construida con pequeños menhires y con piedra que ofrecen grabados esquemáticos y lineales. Piedras grandes, es decir megalitos, reutilizados para construir la pared de la cerca de la Laguna:
Piedras con grabados lineales en la pared de la cerca de la Laguna:
En la figura 6 el megalito vertical sobresale incluso por encima del nivel de la pared. En ambas piedras encontramos la misma figura: dos líneas que se juntan, una más larga que otra, formando un ángulo recto. La piedra de la figura 7, en la que la figura de las dos anteriores aparece en tamaño más pequeño, no se encuentra en la pared de la cerca de la Laguna, sino en calle de las Costanillas, en la pared de la derecha, es decir, en la del Palomar, y un poco más arriba que las de las figuras 4 y 5.
No sólo hay en Conquista megalitos y grabados rupestres. Encontramos también la preciosa punta de lanza de la figura 15.
Época Romana.
Hubo en época romana en lo que hoy es Conquista villa o villas romanas; incluso se pudo tratar de un pequeño núcleo poblacional. Sobre todo a comienzos de nuestra era: siglos I y II d. C. Tenemos testimonios materiales de ello: restos de prensa de aceite; lo cual quiere decir que ya entonces había olivos y se explotaban olivares. Y tenemos sobre todo inscripciones romanas en latín.
Aras votivas. Son aquellas que una persona dedica a un dios para pedir o agradecer un favor o para cumplir una promesa. Se han atestiguado las siguientes aras votivas:
Una que servía de columna, junto con otras, en el portal de la casa de Diego Sánchez el Moracho. Esta inscripción se ha perdido. La pérdida de inscripciones en piedra es algo común en todo el territorio europeo que estuviera bajo el dominio romano. Muchas de ella se han reutilizado en obras o sencillamente se han destruido.
Tenemos noticias de ellas porque los estudiosos españoles y europeos, sobre todo de los siglos XVIII y XIX, recorrieron toda península en busca de inscripciones romanas y dejaron testimonio escrito de las que encontraron. Este es el caso de la que se encontraba en el portal de casa de Diego Sánchez el Moracho. Dice así:
Había, pues, en Conquista, en el siglo I d. C., concretamente en época del emperador Claudio, que la época en que se data esta inscripción, un señor que tenía dinero suficiente para levantar con su dinero un altar a Hércules. Otra inscripción que recuerda el levantamiento de una altar en honor de un dios es la encontró Manuel Ciudad Fernández a finales de 1992 en la linde entre las fincas "Suerte de Portera" y "Los Bonales", en el término municipal de Conquista de la Sierra. Actualmente adorna los accesos a la casa de su descubridor en la primera de las fincas, situada próxima a la ermita de Portera. Tiene unas dimensiones: 85-54 x 38-22 x 30-20; letras: 5. Dice así:
Habría que fechar esta inscripción en el siglo II d. C.
Una tercera ara votiva que se ha perdido es esta:
No nos atrevemos a interpretar las tres últimas palabras, porque la inscripción no se conserva; fue comunicada por el ilustre historiador cacereño Simón Benito Boxoyo al epigrafista Francisco Masdeu, quien la publicó en el siglo XVIII; y ya Masdeu tenía dudas sobre la lectura de las tres últimas palabras. Lo realmente interesante de esta inscripción es que la utilización del término conlatores para aludir a varios individuos que colaboran en la erección de un monumento aparece por primera vez en toda la península en esta inscripción. Me atrevería a apuntar que, al ser varios, se trataría de esclavos o libertos, no de hombres libres; en ese caso, la L que Masdeu lee como L(ucii) debería ser leída como “L(iberti)”. Si esto es así, habría que pensar que se trata de una casa rica que tenía libertos.
Otra lápida votiva que si se conserva ha sido leída así:
Inscripciones funerarias. Además de las lápidas votivas que acabamos de ver y que indican que los que vivían en esta zona en época romana estaban romanizados, encontramos también en el territorio de Conquista lápidas funerarias. Una se encontró en “Los tesorillos” –nombre muy apropiado para que haya restos antiguos–; en ella se recuerda una tal “Pela”, hija de Tangino –era, pues, por el nombre del padre, de origen celta–; se murió a los 80 años y la lápida fue dedicada y pagada por sus hijas; ha sido fechada en el siglo I d. C.
Otra, que se encontraba en el dintel de la ventana de la casa de Efraín Mellado, y que hoy está desaparecida, estaba dedicada a una mujer, cuyo nombre es difícil leer, hija de un tal Concelto. Es también del sigo I.
Según Holguín, historiador cacereño del siglo XVII, en las casas de Simón Moreno se encontraba una inscripción funeraria que fue reutilizada dado que en la parte inferior se apreciaba un canalillo labrado que servía para conducir agua; en el tercer renglón tenía una franja hecha a pico o escoplo con el claro deseo de cortarla. En 1983 José Antonio Redondo encontró el epígrafe, pero estaba fracturado, con el texto mutilado y con muchas letras ilegibles. Estaba colocado en el umbral de una casa en la calle Ruíz de Alda. Con posterioridad fue partida e incrustada en el cemento, pasando a formar parte del pavimento de la calle Ruíz de Alda, antigua calle Real. Hoy está perdida. El difunto era un Marco Julio Arciso; se lo decan su mujer Dualia y su hija Julia. Ha sido fechada en el siglo II.
En el patio de la casa que era de Juan Manuel y de Valeriana, en el Llanillo, se encuentra como poyo otra lápida funeraria dedicada a un Cloutius o Cloutia, que es nombre celta. En la segunda línea se lee perfectamente que era liberta de Marco. Estamos en una casa rica que tenía libertos.
Se trata de un número muy considerable de lápidas, tanto votivas como funerarias, si tenemos en cuenta la poca extensión del terreno. Es uno de los mayores porcentajes de la península. Ello es una prueba clara de que aquí hubo una población, pequeña, en la que la explotación sería la típica del lugar: agricultura, olivo y viña. Había señores y había libertos. Los libertas eran antiguos esclavos liberados por su dueño.
Época Visigoda.
En el siglo V se producen las invasiones de los pueblos germánicos que terminan con el dominio romano en la península. La zona de Conquista es posible que se viera poco afectada directamente, aunque sí indirectamente, ya que se produciría un ruina de la vitalidad de la época anterior. Al menos en un primer momento. Luego, en los siglos de dominio visigodo (VI y VII) la influencia sobre la zona viene desde Mérida, que se había convertido en el siglo VI en la metrópolis religiosa más importante de España. Desde Mérida llegan a la zona de Herguijuela, Garciaz, Conquista – y por supuesto a otras zonas de las Villuercas- influencias religiosas: sabemos de la existencia de pequeños templos o iglesias de esta época en Herguijuela y en Garciaz (la ermita de Portera); el propio nombre de Herguijuela significa “pequeña iglesia”; se trataría una pequeña iglesia construida en época visigoda; de hecho tenemos una inscripción de una monja que murió en el año 618 y que se llamaba Gunterta; el texto de la lápida es este: GUNTHERTA FAMULA DEI VIXIT ANNOS XXXV REQUIEVIT IN PACE D XIII KAL MAIAS (“Gunterta, sierva de Dios, vivió 35 años. Murió el 28 de Abril). Lo que no sabemos es si era una monja aislada o pertenecía a un grupo de monjas. Si tenemos en cuenta que en la propia Herguijuela hay restos de una iglesia visigoda, en lo que se llama Portera, no sería extraño que esa iglesia comprendiera también un pequeño cenobio de monjas. De manera que en época visigoda, si bien no tenemos noticias de actividad económica, como la hubo sin duda en época romana, sí las tenemos de actividad religiosa, con influencia desde Mérida.
De manera que estos testimonios de Herguijuela demuestran que las formas de vida visigoda llegaron también hasta esta zona.
En Conquista tenemos una piedra con una decoración típicamente visigoda. Se trata de una venera decorada con palmetas. La decoración con conchas o palmetas abundaban en la escultura visigoda. Debió servir de dintel en alguna hornacina o hueco para colocar una imagen. De manera que esta venera apunta a que algún culto religioso debió haber en el lugar en época visigoda.
Edad Media.
Los siglos posteriores, los de la invasión y dominio árabe, son de absoluta oscuridad. La invasión musulmana tuvo lugar en el 711. Empezamos a tener noticias de La Zarza muy avanzada ya la Edad Media. Sabemos que la zona era zona de caza para los reyes castellanos. Alfonso XI, en su Libro de la Montería, de comienzos del siglo XIV, dice que “los valles de sobre Garciez es buen monte de oso y de puerco en ivierno, y aun en verano”; y dice también que “el Igrejuera (Herguijuela) es buen monte de puerco en ivierno, et algunas veces hay osos”. Evidentemente, con “puerco” se está refiriendo a jabalíes. Venía, pues, el rey Alfonso XI a cazar por aquí. En estas cacerías conocería un pequeño templo visigodo, medio en ruinas, en donde luego surgió el monasterio de Guadalupe; él fue uno de los primeros impulsores del culto a la virgen de Guadalupe.
También tenemos noticias, a finales ya de la Edad Media, de un lugar llamado La Zarza – lo que luego será Conquista- , sometido al dominio y a la jurisdicción de Trujillo. Tras la conquista de Trujillo en 1232, tres linajes se repartieron los territorios conquistados: los Altamiranos, los Bejaranos y los Pizarros. En el reparto, la Zarza, junto con Zorita y Alcollarín correspondió a los Pizarros. La forma de reparto de la tierra se hizo dejando una porción para la población; eran los ejidos y las dehesas boyales; los ejidos eran las salidas de los pueblos; en latín se decía exitus, que significa “salida”; en Conquista no tenemos ningún Ejido, pero sí tenemos Eras, que viene a ser lo mismo: las eras se hacían en la salida de los pueblos. Y otra porción de la tierra del lugar era para los caballeros que habían participado en la reconquista; eran las Caballerías, donde pastaban los ganados de los caballeros nobles beneficiados por el reparto; en este caso, los Pizarro; el resto era propiedad real. En Conquista tenemos Dehesa boyal y Eras, que eran del pueblo, y Caballerías, que eran de los caballeros que habían participado con sus tropas y caballos en la reconquista de la zona. Los Carrasquillos y Toledillos también eran propiedad de los caballeros; también eran Caballerías: “Caballería del Toledillo”, “caballería del Carrasquillo”, “Caballería del Montecillo”; pero en lugar de conservar el nombre de Caballerías, se quedaron con el nombre que daba cuenta de sus características físicas: los Carrasquillos se llamaron así, porque en ellos había muchas carrascas (encinas); y los Toledilllos recibieron este nombre porque en ellos había pequeñas colinas o cerros; “toledo” era el nombre que en época prerromana recibían los pequeños cerros o colinas; de manera que Toledillo significa lo mismo que Montecillo (pequeño monte).
Legado importante de los Pizarro son el palacio, los olivares y el molino de agua, con su correspondiente presa, que están por encima del palacio; y también la casa solariega de la Plazoleta. El palacio o, mejor, el trozo de palacio que queda es un testimonio todavía significativo de los Pizarro. Se trata de una construcción de piedra y cal, de anchos muros, con torre exenta. Si bien la torre estaba exenta, tuvo sin duda un pasadizo al palacio; todavía se ve en la cara norte de la torre el arranque de piedra de ese pasadizo; y la calle del pueblo que rodea al palacio por el oeste se llama la calle del pasadizo; la imaginación popular ha pensado en pasadizos subterráneos; no había tal; el pasadizo era puente que llevaba de la torre al palacio. La portada que daba al patio de armas tiene una amplia puerta con arco de medio punto y, encima, el escudo de los Pizarro
Volvemos a tener noticias en el siglo XVI, el siglo de los Pizarro y de la Conquista de América. En la Zarza tenía su hacienda el ya citado Gonzalo Pizarro; éste había nacido en 1446; a los 22 años tuvo amores con una joven humilde, Francisca González, de las Huertas, de la que nace Francisco Pizarro. Casó con Isabel de Vargas, de la que tuvo a Hernando Pizarro. Terminada la guerra de Granada, en la que interviene con sus huestes, pasa temporadas en la Zarza; aquí tiene amores con María Alonso, hija de los molineros –todavía quedan restos del molino– y de ella nace Juan Pizarro, que era, pues, de la Zarza. En 1522 Don Gonzalo crea un mayorazgo que comprende la casa solar de Trujillo y varias dehesas (las Caballerías) en la Zarza. En virtud de ello, las tierras de la Zarza pasaron a Hernando Pizarro, que era el hijo legítimo. Los hermanastros Francisco y Juan marcharon a hacer las Américas. Juan, que murió en Cuzco, se acuerda en el momento de su muerte de que su pueblo, la Zarza, no tiene imagen de la virgen en la Iglesia y deja en su testamento escrito que se regale una, con su dinero, al pueblo.
De América vino dinero a La Zarza. Acabamos de ver cómo Juan Pizarro dejó en su testamento dinero para que se comprara una imagen de la Virgen para la Iglesia. Además de eso tenemos testimonios de arquitectura inca en Conquista, como veremos más adelante.
De esa época data la iglesia parroquial, cuyo patrón es San Lorenzo. La elección de San Lorenzo como patrono puede estar en relación con el hecho de que Felipe II venció a los franceses en la batalla de San Quintín el día 10 de Agosto de 1557, es decir el día de San Lorenzo. En conmemoración de esa victoria el rey mandó construir el monasterio del Escorial y escogió como patrono del mismo a San Lorenzo. Sin duda que la fama de la victoria y de la construcción del monasterio, así como de la advocación a San Lorenzo, corrió por toda España. Llegaría también a estos lugares. La iglesia de la Zarza debió construirse por esas fechas, es decir en el propio siglo XVI. Y a la hora de escoger un patrono, nada mejor que el que acababa de ser recogido por el rey tras la victoria en San Quintín. El púlpito del templo, de piedra, tiene unos grabados; entre ellos, unos que representan unas parrillas, que es el símbolo con que se representa a San Lorenzo, en recuerdo de su martirio en unas parrillas
No hay retablo, aunque lo hubo. En su lugar hay una imagen de la virgen de Sebastián de Paz, escultor extremeño de Alcántara.
Edad Moderna.
Tal como dijimos, el nuevo señor de la Zarza en el siglo XVI es Hernando Pizarro. De él sabemos que tenía casa en la calle real. De él heredó el señorío de la Zarza su hijo Francisco Pizarro, sobrino, pues, del famoso conquistador del Perú. Y a éste le heredó su hijo Juan Fernando Pizarro, sobrino nieto del conquistador. Éste, que por herencia tenía casa, molino, huerta, viñas, olivares y hacienda de pan llevar, compra al rey, en 1626, los derechos sobre los vecinos y sobre el territorio del pueblo que eran propiedad real, a excepción de la dehesa boyal, que sigue siendo comunal; en la compra, cada vecino le costó 36.000 maravedíes y cada legua de terreno 4.000 ducados. Dueño ya de todo el pueblo, le cambia el nombre. El título de marqués de la Conquista había sido concedido a Francisco Pizarro tras la conquista de Perú; ese título era personal, de manera que se perdió tras la muerte de Francisco. Pero el citado Juan Fernando Pizarro, cuando compra al rey los derechos citados sobre los vecinos y sobre las tierras de realengo, solicitó al monarca que le concediera el título de marqués de la Conquista; y el rey, agradecido sin duda por la buena venta que había hecho, se lo concedió; y en ese momento, 1626, Juan Fernando, el nuevo marqués de la Conquista, cambió el nombre al pueblo: dejó de llamarse la Zarza para llamarse Conquista.
En esta situación, bajo la posesión del marqués de la Conquista, vivió el pueblo durante los siglos siguientes.
Debió conocer Conquista momentos brillantes gracias al dinero que llegaba de América a través de los Pizarro que fueron a la conquista. Tenemos prueba de ello en construcciones en las que se utilizan formas de la arquitectura inca.
En la arquitectura los incas usaron mucho la piedra. Cogían piedras y las encajaban una encima de otra sin ningún tipo de argamasa, haciéndolas coincidir perfectamente, de forma de que ni una hoja de papel pudiera pasar entre ellas. La superficie de las piedras las tallaban de forma que quedaran lisas y no hacían esquinas en las piedras para que pareciesen que estuvieran vivas.
(Foto tomada de https://blogs.ua.es/historiadelosincas/2012/02/09/el-arte-de-los-incas/)
En Conquista tenemos reflejo de este tipo de construcción. Un ejemplo es la pared de una casa en la calle Catedrático Eustaquio Sánchez Salor, que antiguamente fue una fragua.
En Acta matrimonial del fol.8r del libro 1º de Matrimonios que se conserva en el Archivo Parroquial leemos:
“En veynte y dos días del mes de março de mil y seiscientos y treinta y siete años yo Bartolome Vizcaino cura teniente en esta villa de la Çarça despose y vele despues de aver … las tres municiones que manda el santo Concilio y no aver resultado ynpedimento alguno a Pedro Calças hijo de Francisco Gil y de su mujer Juana Calças con Juana Garcia hija de Francisco Blazques y de Catalina Ximenez vecinos que son de la villa de Santa Cruz”.
Esta es la última acta matrimonial en la que se escribe “Zarza”. En el documento que sigue que es el acta de la visita y anotación del visitador del obispo se lee:
“En la villa de la Zarza de la Conquista a treinta días de el mes de março de mil seis c(cientos) tra (treinta) y siete años…” (libro 1º fol 8r)
Y en el acta matrimonial que sigue a continuación de la anterior anotación del visitador leemos ya:
“En veynte y nueue días del mes de Junio de esta año de mil seiscientos y quarenta yo Miguel Ximenez con licencia del presbítero Juan Lopez teniente de cura regidor de esta villa de la Conquista desposé….”
De los siglos XVII y XVIII sabemos, por los libros que se conservan en el Archivo parroquial, de la importancia que vida religiosa tiene en el lugar. De manera que los conquisteños, en estos siglos, repartían su vida entre la casa (pobre, pequeña y sin comodidades), el campo y la iglesia. En lo que se refiere a la vida religiosa conservamos lo libros de cofradías. En todos las cofradías de Conquista de los siglos XVII y XVIII (la del rosario, la de los mártires, la de la Vera Cruz) y en Demanda de la ánimas, hay cofrades, alcaldes, mayordomos con apellidos muy conocidos: Rodríguez, Chamorro, Campos, Sánchez, Rentero, Salor, Zuil, Cuadrado, Blázquez, Rubio, García, Jiménez, Gil, Mellado, Muñoz, Muñana, Moraño. La cofradìa masantigua era a delos mártires, cuya actas comienzan así: ““En el nombre de dios amen. Y de la Bienaventurada siempre virxen maria. Y de bienaventurados mártires san Fauian y San Seuastian. Sea notorio a todos como en esta uilla de la conquista en ueinte y dos días deel mes de febrero del año mil seiscientos y setenta y cinco” (siguen los nombres de los cofrades que constituyen la cofradía).
Del control religioso del pueblo hemos encontrado un documento curioso que habla de un individuo que vivía amancebado con una mujer y que en el momento de la muerte es visitado por el cura y dos testigos. Dice así:
“En la villa de Conquista, dia veinte y ocho de Diciembre de mil ochocientos ochenta y tres el párroco que suscribe ante dos testigos presenciales Antonio Barrado y Diego Salor feligreses de esta parroquia, se personifica con ellos á la hora de las siete de la mañana en casa de Andres Gomez casado mayor de edad y separado de su consorte y unido ilegítimamente con Josefa Mellado tambien casada y mayor de edad separada de su consorte y amancebada desde hace siete años con Andres Gomez de cuya unión tienen una hija y como se hallase gravemente enfermo y peligro de muerte aunque expedito de todos sus sentidos fue interrogado por el párroco en la forma siguiente:
1º. Si conocía bien el estado en que vivía y tan distante de lo que ordena nuestra santa madre Iglesia y respondió afirmativamente.
2º. Si tenia contrición de haber vivido en ese estado de amancebamiento, por que no se confesaba al menos, y respondió afirmativamente. Y despues de otras varias acomodadas a este acto el párroco le ordeno separarse á la Josefa Mellado á loco et voluntate, y a lo que contesto: à oído párroco (sic) pero la separaba y rechazaba de voluntad, pero que no podía del lugar ni casa por ser esta de la Josefa y hallarse en el estado de grave enfermedad y no tener refugio por ser un infeliz.
Acto continuo fue oído en confesión, pagara la penitencia y se levanto despues esta acta por el no firmada por no saber firmar y el estado en que se encontraba y si el párroco y un testigo que lo hace doblemente por sí y por el otro testigo que no sabe escribir ni firmar. Conquista veynte y ocho de diciembre de mil ochocientos ochenta y tres.
(Firmas) Maximo Moreno Bermejo (firma de su puño y letra). Antonio Barrado (firma de su puño y letra). Diego Salor (por no saber escribir ni firmar, lo hace en su nombre Antonio Barrado”
Al cura de la Conquista, por ir a la Fuentesanta, se le ha caído la burra y no puede levantarla.
Tirones de aquí, tirones de allí, La puta la burra no quiere salir, No quiere salir, no quiere pasar Por el camposanto de la libertad. | Natalio tira del rabo Don Ignacio del cabestro y el cura y el tio Juanchico tiran de los aparejos.
Tirones de aquí, tirones de allí, La puta la burra no quiere salir, No quiere salir, no quiere pasar Por el camposanto de la libertad.
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Se trata de una clara parodia burlesca del cura; el cura no va solo, va con acompañamiento: Natalio, que debía ser el sacristán; Don Ignacio, que quizás fuera el maestro o médico; tio Juanchico, que por nombre podría el mozo para todo del pueblo; el mañoso del lugar. Hay otra versión de esta estrofa que dice:
El cura tira del rabo
El sacristán del cabestro
Y la pobre de Natalia:
“Dios mío, qué será esto”
También en esta versión acompañan al cura el sacristán y la criada, que era muy beata y ofrece como solución una invocación a Dios. Describir un viaje del cura de Conquista en burra acompañado de varias persona es ridiculizar y parodiar.
La primera estrofa que hemos recogido refleja además que la “desgracia” de la caída de la burra es un castigo por ir a Fuentesanta. Esta estrofa tiene su origen en Zorita. Los zoriteños verían mal que el cura de Conquista fuera a Fuentesanta; quizás pensarían que les iba a quitar el culto de aquella virgen. Por eso, en la letra de la jota, se burlan y castigan al cura por querer ir a Fuentesanta.
En el estribillo las culpas caen sobre la pobre burra que no quiere levantarse para no pasar por el camposanto. ¿Le daba miedo a la burra del camposanto? Evidentemente no. La burra se convierte simplemente en instrumento del castigo al cura por querer ir a Fuentesanta. Al cura se le dice en la letra de la jota que, en dirección a Zorita, no puede pasar más allá del camposanto.
En conclusión, la letra de la jota es un instrumento de parodia y burla desenfada del folklore del pueblo hacia el clero.
Del siglo XVIII tenemos también noticias en el Interrogatorio de Tomás López. Es una especie de encuesta que se hace a finales del siglo XVIII a los curas párrocos de todos los pueblos de España, y consiguientemente también al de Conquista. Por las respuestas que da Fernando Ayuso, que era el cura del momento, sabemos que en 1785 Conquista tiene cincuenta vecinos poco más o menos. Que “está situada esta villa al pie de la sierra de Maderuelos, mirando hacia el poniente, y la cercan dos arroyos que nacen de la misma sierra, el uno la zerca por el lado del mediodía y tiene por nombre el arroyo del Mal Nonbre; el otro por el lado del norte y se llama el arroyo de las Pilas”. El arroyo del mal nombre es el “Merdero”, al que tirarían la mierda; ya tenía mal nombre entonces el Merdero.
En el siglo XIX sabemos, gracias al ilustre geógrafo Madoz, que Conquista tiene “48 casas que no guardan uniformidad; la del ayuntamiento y cárcel en el mismo edificio; escuela de primera educación, dotada de 1.100 reales de los fondos públicos, a la que asisten 21 niños de ambos sexos; iglesia aneja a la parroquia de Herguijuela, dedicada a San Lorenzo, bastante capaz, de aspecto miserable; una ermita arruinada, que sirve de cementerio; un palacio, también arruinado, que perteneció al marqués de la Conquista; y una fuente para uso de los vecinos”. El mismo Madoz dice que en el siglo XIX tenía 273 habitantes; en 1900 había 544; en 1910, 722, el año en que más población tiene registrada es 1960, año en el que hay 758 habitantes. A partir de ahí, es bien sabido, comienza el descenso, que a duras penas se ha contenido hasta el momento presente.
El marqués de la Conquista iría vendiendo poco a poco sus tierras, de manera que en el siglo XX ya prácticamente las mismas son propiedad de familias que no tienen ninguna conexión con los Pizarro. La última que tuvo posesiones fue una Orellana; los Orellana fueron una de las ramas colaterales de los Pizarro.